Creo que nunca fue planeado por mis padres, pero sí por el Señor. Unos vendedores (colpoltores*) pasaron por mi casa y con un megáfono anunciaban que vendían el libro más conocido y que su lectura podría cambiar a cualquier persona. Mi papá, que era pastor, compró una caja y nos regaló a mis hermanos y a mí uno de esos libros tan especiales: la Biblia. Desde ese día en adelante comenzó una relación que ya lleva muchos años de lectura y estudio. Descubrir sus historias, la vida y obra de sus escritores y la profundidad de sus palabras hicieron de mí un estudiante permanente de las Escrituras.
A muchos le asombrará que por mucho tiempo los cristianos fuimos conocidos como el pueblo del libro. Lo normal era ir a la reunión de la iglesia con la Biblia y quizás, hasta opcional, un himnario. La lectura de la Biblia en el culto era la parte central de la reunión. Era la lectura de la Palabra de Dios y merecía una reverencia especial. Todo lo demás era parte de la adoración, pero ese era el momentum de escuchar lo que Dios decía a través de su Palabra a un pueblo que esperaba su regreso. Por otro lado, la lectura privada era un momento devocional que nos permitía conocer íntimamente a su autor, el Espíritu Santo. La meditación en ella nos daba un crecimiento de mayor intimidad con el Creador y nos ayudaba a discernir el error doctrinal. Siempre la lectura era central al punto que estábamos igual que los de Berea, examinábamos para ver si lo que nos enseñaban era así —(Hechos 17.11).
Ha corrido mucha agua bajo el puente, como expresa un dicho popular y, con tristeza, observamos que en algunos casos, se dejó la centralidad de la Palabra para que otros elementos de la adoración ocupen ese lugar. Inclusive el evangelismo ya no se hace con conocimientos de textos bíblicos sino sólo en experiencias personales. Claro está que no invalida el mensaje, sin embargo, siempre será más efectiva la palabra de Dios leída por los interesados en conocer de manera personal al Señor. Muchos de nosotros sabemos de personas que con sólo leer la Biblia conocieron las verdades del evangelio. Lo que muchas veces se llamó «celo» evangelístico debe volver con más pasión y centrado en la Palabra eterna.
Conocemos el relato del ataque que soportó nuestro Señor Jesucristo relatados en los evangelios llamados sinópticos (Mateo 4, Marcos 1 y Lucas 4). El arma utilizada por Satanás fue la Palabra. El Señor se defendió usando también la misma arma. A eso se refería el apóstol Pablo al decir que la Palabra de Dios es la espada del Espíritu que todo cristiano debe saber usar como parte de su armadura para resistir en el día malo (Efesios 6.10-20). No usar la espada implicaría recibir permanentes ataques sin una mínima defensa.
Si nos preguntaran si estamos esperando un avivamiento responderíamos —unánimes— que sí. Es la Palabra de Dios la única capaz de mostrar la condición espiritual del hombre y lograr que este vuelva a Dios. Aún en el pueblo elegido era igual. Volver a la Palabra permitía un despertar espiritual. Un ejemplo de ello es Josías, relato registrado en 2 Reyes 23. Un avivamiento ocurre cuando la palabra de Dios pasa a ser central en la vida de la iglesia e impacta en la sociedad en la que vivimos. La ciudad y la Nación son transformadas por la acción del Espíritu Santo por medio de un retorno a la Palabra.
Las palabras del profeta Jeremías más que nunca tienen vigencia para el pueblo de Dios, hoy. «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua» (2.13). En la Biblia, el agua es usada como una metáfora de la Palabra de Dios (Efesios 5.25,26). La única fuente verdadera es la palabra de Dios. Toda palabra humana no es más que una cisterna que no tiene nada de la palabra de Dios y en consecuencia, simple palabrería.
Debemos volver a la centralidad de la Palabra de Dios. No en vano el Señor pedía que su palabra estuviera en la entrada de la ciudad (Deuteronomio 6.9). ¿Y si en cada ciudad comenzamos a colocar su palabra, sin nombre de una denominación ni de una persona, y dejamos que Dios comience a trabajar en las personas para que se puedan acercar a Él? ¿Y si ayudamos a nuestro país a volver a la Palabra eterna, la Biblia? —
* Colpoltor: vendedor a domicilio de Biblias y material cristiano