La humanidad ha experimentado uno de los sucesos más traumáticos de la historia reciente. Los hábitos, expectativas y visión del mundo han cambiado dramáticamente. La iglesia y la manera de llevar adelante su misión también.

Todos lo vivimos en diferentes escalas. Nuestros auditorios permanecieron cerrados por meses, mientras nos preguntábamos: ¿cómo seguir pastoreando, alimentando a toda la gente? Lo que sucedió a continuación fue una mezcla de aprendizajes acelerados y gran incertidumbre, nuevas conexiones y una gran soledad. Nada de esto fue inocuo, inofensivo, menor.

Intentar seguir adelante, haciendo exactamente lo mismo que hacíamos antes, como si nada hubiera sucedido, sería la peor decisión. Mientras de a poco comenzamos a dejar atrás lo peor de esta pandemia; entonces podemos hacernos la gran pregunta: ¿cómo será hacer iglesia en este nuevo tiempo?

De mi labor como pastor de una iglesia urbana y de la conversación con decenas de pastores encuentro que este es el primer paso: enfrentar la dura realidad y procesar lo que produjo en nuestro interior. Necesitaremos también hablar de cambios culturales e innovación, pero nada de eso servirá si primero no procesamos lo que nos pasó.

¿Cuáles son estas duras realidades?

1. Decrecimiento numérico

Informes de Norteamérica (Lifeway Research) dicen que en enero de 2021 el 31% de las iglesias informan menos del 50% de su asistencia que en enero de 2020. El 37% oscila entre el 50% -70% y el 30% está entre el 70% -100%.

Una encuesta realizada en Argentina (Confeba) muestra algo parecido. El 26% de las iglesias declaran un decrecimiento; 17% informan la misma asistencia y otro 26% informan algo interesante: «Somos la misma cantidad pero no somos los mismos».

 

LUEGO DE LA PANDEMIA, LA ASISTENCIA EN

TU CONGREGACIÓN (SOBRE 73 RESPUESTAS):

 

 

En resumen: hemos decrecido. Nos gusta celebrar siempre la victoria, pero este ha sido el turno de saborear algo no deseado y amargo.

Ya sé, querido amigo: «Dios transformará para bien esto también». Lo creo; amén. Pero antes de seguir adelante, mastiquemos esto y preguntémonos qué nos hace al corazón.

2. Asistencia menos frecuente

El informe es demoledor: aunque los edificios han vuelto a estar abiertos, la gente no volvió todavía. No asiste presencialmente todos los domingos. Ahora «regulan». Asisten un domingo a la reunión de manera presencial, el otro domingo en línea, el otro salen de paseo en familia y «ven la reunión después», y otro domingo van a… (después les cuento).

El punto es que las personas ya no ven el valor, la necesidad o el deber de asistir. De alguna manera es un signo de una devoción que se está diluyendo.

Un estudio de Tony Morgan en Unstuck Church informa que en el primer trimestre de 2021 la asistencia a la iglesia ha bajado un 28% incluso de los niveles de 2020. Los pastores y líderes se han quedado preguntando: ¿a dónde fueron las personas desaparecidas? ¿Están mirando en línea? ¿Han ido a otra iglesia? ¿Están molestos conmigo por algo que hice? ¿Por qué desaparecieron?

Nuestra reacción

Simplemente estas dos cosas —podría añadir otras seis— son suficientes para derrumbar al más fuerte. El Presidente de Barna, David Kinnaman, informa que el 29% de los pastores han considerado seriamente dejar el ministerio en el último año.

En los últimos meses, como parte del Camino al Encuentro (una serie de eventos en miras a nuestro Congreso denominacional) compartimos una consulta a líderes acerca de cuáles son las emociones negativas con las que han estado batallando este último tiempo.

El resultado ha sido impactante: la mitad de los consultados han batallado con niveles altos de tristeza o ansiedad. Incluso niveles altos de decepción y enojo.

No podemos saltearnos esto. La pregunta acerca del futuro es grande. Pero para poder estar en condiciones de responderla, primero necesitamos procesar lo que nos pasó. Cada pastor, líder de iglesia necesitará encontrar un espacio de confianza y amistad para hacerlo.

 

Las emociones negativas no son tan «negativas». También son parte del trato de Dios. De lo que Él está queriendo cambiar en nosotros. Escuchémoslas y dejemos que el Espíritu de Dios nos prepare así para un futuro que estará sin duda lleno de favor y esperanza.—